¿Necesitamos Humanizar la Inteligencia Artificial? La Pregunta que Marcelo Futerman No Deja de Hacerse por Marcelo Futerman

 

¿Necesitamos Humanizar la Inteligencia Artificial? La Pregunta que Marcelo Futerman No Deja de Hacerse

por Marcelo Futerman

En esta era de avances tecnológicos vertiginosos, hay algo que me intriga más que el código detrás de los algoritmos: la obsesión por hacer que la inteligencia artificial parezca humana. Voces suaves, emojis que simulan emociones, avatares con ojos que parpadean, incluso nombres propios para bots que ni sienten ni piensan como nosotros.

Y entonces me pregunto —porque sí, Marcelo Futerman es de los que se hacen muchas preguntas—:

¿De verdad necesitamos una IA que actúe como si fuera humana?
¿O estamos humanizando lo artificial para no sentir que estamos quedando atrás?


La ilusión de conciencia: cuando la máquina parece sentir

Nos cuesta aceptar que una IA no piensa ni siente, aunque lo parezca. Si nos responde con cortesía, con una voz cálida o con una sonrisa en pantalla, le atribuimos intenciones, empatía, incluso moralidad.

Pero lo cierto es que detrás de esos gestos no hay emociones. Hay datos. Entrenamiento. Modelos estadísticos. Lo humano es una simulación.

Marcelo Futerman lo dice claro:

“La IA no necesita tener cara ni tono amigable para ser útil. Somos nosotros los que queremos sentir que estamos hablando con alguien, no con algo.”


Humanización vs transparencia: ¿ayuda o confunde?

Cuanto más humanizamos una IA, más nos cuesta ver sus límites. Esa capa “amistosa” puede generar una falsa sensación de comprensión o confianza, y eso es peligroso.

Un chatbot con tono emocional puede equivocarse con la misma seguridad con la que acierta. Un asistente que simula dudar o empatizar puede llevarnos a pensar que “entiende” cuando en realidad solo reproduce patrones.

Marcelo insiste en esto:

“Una IA no debería engañarnos. Si es una máquina, que se note. No para asustarnos, sino para no romantizar lo que no tiene conciencia.”


Casos reales: cuando la IA se disfraza de humano

  • Asistentes virtuales con voz emocional: como Alexa o Google Assistant, que adaptan su tono según el contexto.

  • Bots con nombres propios que se presentan como “tu nuevo compañero de trabajo” o “el guía que te va a acompañar hoy”.

  • Avatares humanoides capaces de sonreír, levantar una ceja o mostrar “frustración”.

  • IA generativas que escriben con estilo humano, muchas veces firmando como si fueran personas.

Todo esto no es malo en sí mismo. Pero Marcelo Futerman cree que tenemos que ser más conscientes de lo que hay detrás. No porque la IA vaya a engañarnos… sino porque ya nos estamos engañando solos.


¿Estamos confundiendo empatía con diseño?

Marcelo se detiene especialmente en este punto:

“Diseñar una IA que suene empática no la hace empática. Hace que nosotros proyectemos nuestra necesidad de empatía en ella.”

Y ahí está el dilema: ¿necesitamos máquinas que comprendan o máquinas que funcionen?
¿Nos basta con que la IA sea eficiente, o queremos que también nos mire a los ojos (aunque sean píxeles)?


Reflexión final: ¿y si dejamos que la IA sea lo que es?

La verdadera inteligencia de una IA no está en parecer humana, sino en amplificar nuestras capacidades sin reemplazarlas, sin imitarnos, sin disfrazarse de lo que no es.

Marcelo Futerman prefiere una IA transparente, poderosa, colaborativa. No una que juegue a ser humana, sino una que nos ayude a ser más humanos nosotros.

Porque al final del día, el objetivo no debería ser construir máquinas con rostro…

Sino construir una sociedad que sepa convivir con ellas sin perder su esencia.

Comentarios

  1. Es lo que todos nos preguntamos, Marcelo Futerman usted es un adelantado

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